Entre Humos, de ellos

Entre Humos, de ellosHabía pasado una semana muy demandante en el trabajo. Muchas reuniones, reportes y discusiones con compañeros del trabajo. Había llegado el viernes y habiendo decidido irse a su apartamento en una zona playera a las afueras de la ciudad al terminar su jornada laboral, solicita marcharse más temprano para evitar el tráfico del fin de semana.

A su llegada, Emi encuentra lo que le había solicitado al administrador del condominio que le alistara. Un par de botellas de cava en hielo y toallas listas para bajar a la playa. Sin demora, se desviste de su ropa de trabajo y entra en su bikini de tanga azul para aprovechar la poca luz de sol que quedaba.

Al regresar a su apartamento en su salida de baño, Emi decide sentarse en el balcón para admirar el atardecer con una copa de cava bien fría y un cigarro.

Mientras admiraba como el horizonte se tornaba anaranjado agradece de que la semana terminó, y exhalando el humo del cigarro expira una frase en voz alta a ella misma. – ¡Ay! ¡Que rico está esto! –

Una gota del agua condensada de la copa de cava fría cae sobre su muslo y con suavidad se lo seca con el pulgar. Siente una sensación placer a ella misma, y se acaricia con suavidad su muslo. Piensa que luego de la ducha, utilizaría a su amiguito vibrador para dormir completamente relajada.

Le llega un mensaje al celular:

“Hola Emi, ¿cómo estás? ¿Quieres tomarte un trago esta noche en el bar de esquina de casa?”

Era Eduardo, un chico quien había conocido hace unas semanas. Le parecía muy sexy y guapo. Un hombre con mirada penetrante y misteriosa, una barba densa y negra. Y aunque sólo habían salido a cenar una vez, le llamaba mucho la atención a Emi. Además de ser fumador de cigarro como ella, las conversaciones siempre son muy interesantes y fluidas. Ya habían tenido intercambios de fotos sexy, y se piropeaban mutuamente, pero más de ahí no había pasado.

“Estoy en mi apartamento de playa, si quieres ven y nos damos el trago aquí. Trae lo que desees beber, solo tengo cava”.

Y le adjunta una foto de su cava y cigarro con el atardecer y el mar de fondo.

“Ya salgo! ¿Necesitas algo más? Llevaré algo para picar.”

“Perfecto, con eso es suficiente.”

Emi calcula que Eduardo se tomará más de una hora en llegar, por el tráfico que se encontrará y que ella había evitado saliendo temprano de la ciudad. Así que decide ducharse y continuar el cigarro luego mientras esperaba a Eduardo.

Al salir de la ducha se pone una lencería de encajes rosado fuerte y decide ponerse su bata mientras termina de fumarse el cigarro, para luego cambiarse antes de Eduardo llegar.

Al cabo de unos minutos tocan la puerta, Emi, anonadada, pregunta “¿quién es?”. – Es Eduardo! -.

Rápidamente trata de cerrarse la bata y abre la puerta.

Estaba Eduardo parado, con una sonrisa y unas fundas del supermercado, vestido con una camisa de lino blanco y unos pantalones de lino azul claro. Se veía más elegante y sexy que nunca.

  • ¡Ay! Disculpa, no pensé que fueras a llegar tan rápido. Pasa, pasa. Pon las fundas en la meseta de la cocina.
  • ¡Hola! ¡Estas hermosa! Tranquila, tuve suerte que no me topé con nada de tráfico.

Emi no se había percatado, que, tratándose de taparse con la bata muy fuerte, se había levantado la falda y se le notaban los panties que tenía.

Eduardo al poner las fundas en la cocina, le dice – Ahora sí, ¡hola! – dándole un beso suave y prolongado en la mejilla – ¿cómo estás? ¡Gracias por invitarme! –

  • Muy bien, ¿y tú? Si, es que vine a desconectarme de todo, y realmente cuando me escribiste no pensé en mejor persona que pudiese ayudarme a desconectarme de todo el estrés de la semana que tú.
  • ¡Super buen plan! Pero déjame decirte, que sí hubiese sabido el código de vestimenta, al menos hubiese venido con la camisa rosada para combinar.

Emi se sonroja y se da cuenta que toda la parte debajo de la cintura está al aire. Eduardo, al darse cuenta de que Emi quedó avergonzada, se le acerca a darle un abrazo y le dice riendo para bajar la tensión: “Tranquila, no pasa nada. Pero si tienes los bracieres combinados, tendremos problema”.

Emi, con varios tragos de cava arriba, le responde: – ¿Ah sí? Pues lo vamos a tener. – Terminando la frase, se separa de Eduardo y se abre la bata dejando ver su lencería combinada. Unos bracieres de encajes sin soporte rosado fuerte, que dejaban ver los pezones oscuros a través de la tela. Unos panties tipo tanga con unos encajes anchos alrededor de la cintura, que desaparecían cuando la tela se desvanecía entre los dos cachetes de sus nalgas.

Eduardo no podía creer lo bella y sexy que estaba Emi, además de que esa confianza que exhibía lo hacia volverse más loco. No pudiendo contener sus ganas, se le lanza agarrándole la cabeza con una mano, y la cintura con la otra. Comienzan a besarse desaforadamente, acariciándose todas partes del cuerpo. Eduardo le agarra la nalga a Emi, mientras que Emi le hala el cabello y busca sentir su güebo parado sobre el pantalón.

Al paso de unos largos segundos, Emi interrumpe y le dice a Eduardo: – Esto está muy rico, pero no podré disfrutarlo sabiendo que tengo mi cigarro prendido esperándome. Vamos a fumarnos un cigarro y a hablar un poco. –

A lo que Eduardo accedió sin tener muchas opciones. No tenía tanta confianza con Emi para rechazarle ese pedimento.

Se sientan en el balcón, Eduardo pone la picadera que trajo en la mesita entre los 2 sillones donde están sentados, prende un cigarro, se sirve un tequila a la roca, y le rellena la copa a Emi de su cava.

Comienzan a platicar de temas mundanos. De lo lindo que se veía la playa desde el balcón; de lo bueno que es escaparse de la ciudad de vez en cuando; de los cigarros que estaban fumando, del tequila y la cava que estaban bebiendo. El tiempo pasaba y los temas no se volvían más interesantes, pero la compañía sí.

Emi se acostó atravesada en el sillón, poniéndole los pies al lado de Eduardo. Sin Emi pedírselo, Eduardo comienza a acariciar sus pies, y a darle un masajito suave. – ¡Qué rico un masajito en los pies! Realmente lo necesitaba. –

Eduardo mueve la mesita que estaba entre los dos, y acerca los sillones mas cerca. Continua el masajito en los pies e iba subiendo hasta las pantorrillas, y cada vez que bajaba hasta los pies y volvía a subir, los subía un poco más que la vez anterior. Emi seguía fumándose su cigarro y bebiendo su cava. Su bata abierta mostrando su lencería de encajes rosadas no era algo que Eduardo podía dejar de admirar.

Ya las caricias de las piernas iban por el muslo, y Eduardo lo llegaba hasta la rodilla, subiendo por la parte interna del muslo. Emi solo cerraba los ojos, y respiraba profundo mientras da una fumada su cigarro. Abre un poco las piernas, invitando a que Eduardo continue su exploración mas profunda. Ya manteniendo las caricias cercano a la pelvis, Eduardo sujeta el fin del muslo con su mano, dejando 4 dedos tocando la nalga, y el pulgar en la pelvis, justo en la unión.

Eduardo empieza a masajear la zona mientras que Emi comienza a moverse. Abre los ojos y le da una mirada a Eduardo, que él lo asimila como luz verde. Para este punto, entre los movimientos de Emi y el masaje de Eduardo, el panty rosado de encajes se había movido un poco, y parte de los carnosos labios quedaban al descubierto. Eduardo no lo dudó, y admirándola por unos segundos, le pasó la lengua a esa parte descubierta.

Emi soltó un gemido leve. Suficiente combustible para que Eduardo siga jugando con la lengüita. Sintiéndola cada vez mas húmeda y calienta, el totico de Emi se iba tornando mas rosado intenso con cada paso de la lengua de Eduardo.  

Eduardo se arrodilla, poniendo las piernas de Emi sobre sus hombros, y echando aún más a un lado la tanguita rosada. Eduardo le da una mirada a Emi, una de esas miradas que hablan sola. Esa mirada, era lo que Emi necesitaba para saber que Eduardo apenas estaba empezando.

Emi le da una fumada bien larga al cigarro, un tipo de preparación, y mientras exhalaba el humo, Eduardo fue directo al clítoris. Chupándolo y pasándole la lengua con mayor presión y un poco más rápido. Emi termina de exhalarlo y se contrae completica, mientras los gemidos se intensifican.

Emi comienza a moverse al ritmo de como Eduardo se está comiendo su totico. Chupándolo, besándolo, lamiéndolo, en fin, devorándolo.

Cada momento que pasa, los movimientos se van acentuándose más. Eduardo no se despega en ningún momento. Emi con una mano sujetando la cabeza de Eduardo y con la otra sujetando el cigarro bien fuerte. Sus gemidos salen al viento de la noche fresca en el balcón.

Emi respira profundo, mientras que Eduardo si seca su barba con su camisa que se la había quitado. Se acerca a Emi, y le da un beso en la boca. Emi lo sienta en el sillón doble, y se sienta arriba de él frente a frente. Se quita la bata, y toca el paquete de Eduardo. Quiere sentir como está. Lo acaricia un poco por encima del pantalón y decide que es tiempo de verlo. Se para y le quita el pantalón a Eduardo. La sorpresa, es que Eduardo no llevaba ropa interior.

Emi tiene de frente el guebo semi parado de Eduardo. Listo para que ella lo use como le provoque. Emi se arrodilla, lo agarre por la base bien firme, y le pasa la lengüita por la punta mientras sube la mirada para hacer contacto visual con Eduardo. Eduardo respira profundo, se relaja un poco y le sonríe a Emi.

Emi le da un besito a la cabecita, y luego se lo entra a la boca, chupándolo suavecito y pasándole la lengüita de manera circular. Luego comienza a besar todo el tronco del pene desde la punta hasta las bolas, con muchos besos suaves y pacientes. En las bolas le pasa la lengua, y las saborea. Las chupa con un poco de lengua, cada una por separado, y recorre la lengua desde abajo hacia la punta, terminando metiéndosela casi completica en la boca. Eduardo le agarra el cabello, y la guía mientras Emi le mama el guebo bien parado completico.

Eduardo se trata de controlar, y suelta unos “¡Coño!” y unos “¡Mierda que ricooo, coño!” y un par de “¡Que rico!”. Emi, fijándose en la excitación de Eduardo, decide parar y se le acerca al oído y le dice “Quiero sentirla bien calientita adentro de mi”.

Mientras Emi le está diciendo eso a Eduardo, él le está desajustando el top de la lencería que tiene Emi. Dejando sus hermosas tetas al aire, y sus pezones bien paraditos y duritos.

Eduardo al ver esto, agarra una teta y se la mete en su boca, chupándola y lamiendola completica. Al tiempo de que Emi se va quitando los pantis, y se vuelve a sentar arriba de Eduardo. En esta ocasión, agarra bien firme al guebo de Eduardo y lo guía para que entre suavemente en el totico, que a estas altura está empapado y venido.

Emi comienza a moverse suavemente, Eduardo le sigue el ritmo. Le da una nalgada bien fuerte y se queda agarrando la nalga apretándola fuertemente. Emi acelera el ritmo, y Eduardo se enfoca en chuparle las tetas a Emi. Se llena la boca de una de las tetas y las chupa completicas, pasándole la lengua bien fuerte, mientras que Emi sigue acelerando el ritmo. Cada vez más rápido y mas fuerte.

“¡Que rico! ¡Así! ¡Así! ¡Así! ¡Que rico esta!” grita Emi.

Eduardo sin poder responderle, por su boca llena de la teta de Emi, le da una nalgada más fuerte y la agarra más fuerte aún.

Emi incrementa el ritmo con muchas más ganas, y sus gemidos son constantes y cada vez más altos, compitiendo con el sonido de las olas rompiendo en la playa.

El cigarro apagándose sobre el cenicero de cristal, el único testigo de aquella noche fresca y estrellada, arropando los dos cuerpos caliente de Emi y Eduardo mientras ambos comparten unos besos.

Sin historia

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